sábado, 25 de julio de 2020

RAQUEL VÁZQUEZ, Lenguaje ensamblador

RAQUEL VÁZQUEZ, Lenguaje ensamblador, 

Ed. Renacimiento, 2019

 

El título de este libro tiene un profundo poder en la expectativa de los lectores. No podemos olvidar que el esfuerzo del idioma por adaptarse a los tiempos es constante. Los avances técnicos pueden producir neologismos y curiosas expresiones: ratón, archivo, menú, persiana, torre… Estas palabras han ampliado sus significados con la revolución informática aprovechando recursos como la metonimia, la imagen o la analogía. No produce extrañamiento leer en la portada de un libro Lenguaje ensamblador porque incluso los más profanos entienden que se remite al ámbito de la programación informática. Lo que sí causa sorpresa es, en primer lugar, reconocer que se trata de un poemario y no de un ensayo sobre computación y, en segundo lugar, que la expresión Lenguaje ensamblador ha perdido para los hablantes buena parte de su denotación original más allá del mundo de los ordenadores: ¿Qué ensambla o une ese lenguaje? Así, desde el propio título el lector podría esperar un texto claramente enunciativo, académico, especializado, objetivo… si no fuese porque el lector de poesía se ha curtido en las batallas de las sorpresas pasadas y dirige sus ojos, previo aviso, a la misma sección de la librería. No obstante, el riesgo que supone un título y las relaciones que plantea en nuestra imaginación son otra forma de sorpresa, avivan la curiosidad. Vuelve a transformarse así la expresión técnica para hibridar otra vez el género poético avanzándolo hacia ámbitos nuevos.

La estructura del poemario insiste en el símil informático en sus cuatro partes: 1 Codificación, 2 Compilación, 3 Ejecución – Salida de errores, 4 Ejecución - Salida estándar.

 La primera parte, Codificación, incluye reflexiones sobre la complejidad de la experiencia, la incerteza, lo indefinible, la expectativa, la caducidad de la poesía (como herramienta que permite entender la existencia) y su inutilidad consustancial.

 La segunda, Complilación, parece plantear cómo se construye nuestra visión del mundo, nuestra programación, a través de recursos como el símil fotográfico, el tópico Theatrum mundi, la insistencia en la observación, la imagen de la expectación y nuestra calidad como espectadores. Así, desarrolla temas como la insatisfacción, la vida resumida en un simple recuerdo fotográfico, la soledad, el deseo, el dolor y su persistencia, la vida como teatro, nuestra contingencia, el aislamiento.

En la tercera, Ejecución – salida de errores, se desvela la necesidad de crear un “código limpio” vital. La dilogía anglosajona de la palabra bug (error o insecto), la insistencia en el recuerdo congelado de las fotografías, el dolor, el fallo, el silencio, los equívocos: Las tentativas que emprende el ser humano por alcanzar la finalidad última de la existencia y los obstáculos con que se enfrenta para conseguir la plenitud, la felicidad.

En la cuarta parte, Ejecucución – salida estándar, el poema se desvela como ese lenguaje de programación con el que se puede abordar el cosmos y la propia experiencia hasta el punto de conseguir un atisbo de sentido, una brújula, una esperanza.

Es especialmente remarcable que Lenguaje ensamblador esconde tras el disfraz de su título, un trasunto simbólico con el paralelo del lenguaje computacional, la profunda modalización de lo lírico. La autora encuentra en este juego modal una discusión profunda y actual: Una investigación en la estructura de nuestro pensamiento, de nuestra conciencia.

Bien es cierto que nuestra capacidad de comprensión depende de la lengua porque nuestro cosmos mental es eminentemente lingüístico. Nuestra psique depende de las palabras con que entendemos (y escondemos) la realidad y la experiencia: Recordamos con palabras, nos programamos con palabras. El lenguaje ensamblador es el código más directo con el que intentamos comunicarnos con una máquina (más allá sólo hay física, biología, unos y ceros); es, por tanto, el gran intermediario, el secreto enlace, el invisible traductor que media entre nuestra experiencia y el significado. Nuestro lenguaje ensamblador une de manera oscura y con complicados mediadores la experiencia y nuestra manera de observar el mundo y la existencia. Uno de esos intermediarios podemos encontrarlo en la poesía de Raquel Vázquez.

 

Raquel Vázquez (Lugo, 1990) publicó El hilo del invierno (2016, Premio Nueva Valencia), Si el neón no basta (2015), Lied de lluvia para una piel ausente (2014, Premio Poesía Granajoven), Luna turbia (2013, Premio de Poesía Joven Gloria Fuertes), Pinacoteca de los sueños rotos (2012), Por el envés del tiempo (2011, Premio Poeta Juan Calderón Matador).