miércoles, 29 de junio de 2016

El arte de mirar y los hijos del tiempo: Los poemas de Memoria de pájaro de Jesús Montiel, XXXI Premio Hiperión, 2016.



Como afirma este consagrado autor granadino en su declaración de intenciones, la poesía cifra en la inutilidad su auténtico valor. Arte bellamente "inútil", cotidiano y profundo, para Jesús Montiel la poesía es una auténtica hermenéutica del tiempo, de la experiencia mínima, del hecho casi invisible para la mirada poco avezada. Los frutos de su investigación, de su inquietud pródiga e "improductiva" son sus poemas, estos sutiles "hijos del tiempo", en sus propias palabras.

La transcendencia de la familia es uno de las reflexiones más frecuentadas por el poeta: La semilla en "Árbol", la pregunta de los hijos en "Testimonio" invitan a sentir el vértigo del paso de los años, la responsabilidad que supone la vida construida con vidas sucesivas. "Ya llevo mucho escrito tratando de aprenderme su belleza" (Testimonio, p.22) es un verso fundacional: Propone la finalidad de la poesía y el afán por superar el olvido, la lucha contra el devenir, en una sola expresión.

En el mismo ámbito del amor cotidiano y del hondo enlace con los hijos, encontramos "En tu abrazo no importan los relojes" (Mínima victoria, p. 26) que adelanta en un magnífico poema, el único remedio para la incurable enfermedad del tiempo.

Podemos añadir otras reflexiones surgidas en el mismo ámbito del diario devenir: El pasado feliz mitigará los rigores del futuro en Noé (p.27); la importancia del presente "la tierra cultivable es este ahora" (p.46).

Sin embargo, es la mirada del pájaro, acumulador de pasados, de atávicos conocimientos, la que nos permite confiar en el futuro cuando la tempestad acecha. Las aves son símbolos de la fe, del espíritu, "pupila esperanzada con memoria de pájaro" (p.47)

La poesía se convierte en el arte de la observación: ventana, escena, balcón, luz vigilada por el atento testigo en que se convierte el poeta.

"El mundo vuelve a ser cuando lo nombras" (p.51) escribe el poeta para recordarnos la sinestésica definición de su oficio:

"La música que escucha la mirada" (p. 50)

El asunto metapoético protagoniza buena parte de las composiciones de este libro a través de imágenes que reflexionan sobre su relación con la mirada  transcendente, la capacidad de observar la verdad escondida. La poesía se convierte en el apostadero del pájaro que hace posible la necesaria perspectiva (La muerte es necesaria, p.52)

El verso plantea la necesidad de transcederse a través de la mirada poética:

"El mundo vuelve a ser cuando lo nombras"

(Fantasía, p 50)

El arte que atrapa la realidad:

"Captura con la red de la palabra

la rápida acrobacia de los años" (p.16)

Este ministerio de constante vigilia no desdeña sarcasmos, juegos, críticas en poemas como Elogio del pene, Font Vella®, Aldea o Periódico, pero no determinan una tonalidad satírica ni reivindicadora, sino que alientan la idea de que es necesario saber entender lo que vemos.

Los últimos poemas desvelan la intención del título: Algo más que una ingenua referencia franciscana (aunque cercana a los santos Ero y Amaro que vivieron una eternidad perdidos en un breve trino extasiante), "La memoria de los pájaros" abre la posibilidad a una mística de lo cotidiano, una inteligencia de la mirada capaz de ver "El sol, ese acertijo detrás de las fachadas" (p.38) o "El cadáver de su beso" (p. 40).

El ave del poema observa y canta para quien se atreve a escuchar y ser testigo del auténtico relieve de las cosas:

"El poema es una espalda

que me asoma al milagro

burlando la pared de las costumbres"

(Réplica, p 53)