LA CUARTA PERSONA DEL PLURAL (1978-2015), Vicente Luis Mora (ed), Vaso roto Ediciones, 20016.
La cuarta persona del plural atrae
irremisiblemente la atención del lector desde el mismo título: ¿qué puede
existir más allá de la tercera persona del plural? Encadenará Vicente Luis Mora
las diversas explicaciones de esa peculiar persona gramatical inclusiva en
algunas lenguas con los límites y razones con que ha construido una antología que
ya considero imprescindible no sólo por su criterio en la selección de poetas
(se comparta o no), también por el
importante discurso con que la justifica y con que a la vez valora (sin
evitar la polémica) el panorama poético español de los últimos años.
Vicente Luis Mora (Córdoba, España, 1970), autor de la presente antología, es Doctor en
Literatura Española Contemporánea y autor de relevantes ensayos como El lectoespectador. Deslizamientos textovisuales entre literatura
e imagen (2012), Singularidades. Ética y poética
de la literatura española actual (2006), La luz nueva. Singularidades de la narrativa española actual (2007),
Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y
literatura (2008), La literatura egódica. El sujeto
narrativo a través del espejo (2013), El sujeto boscoso. Tipologías subjetivas de la poesía española contemporánea entre el
espejo y la notredad (1980-2015)
I Premio Internacional de Investigación Ángel González de la Universidad de
Oviedo, recién publicado en Iberoamericana / Vervuert.
A su faceta como crítico se une su obra literaria: el libro de poemas Serie (2015) y la novela Alba
Cromm (2010). Mantiene el blog Diario
de Lecturas que también
considero imprescindible si se quiere tener una panorámica más variada del
momento actual.
Los antologados, sin duda
de contrastada calidad, han nacido después de 1960, pero también viven en la
era de internet, comparten vivencialmente dos formas de ver el mundo: La
transición a la democracia en su juventud y la adaptación a un mundo digital en
su madurez.
Entre los seleccionados
encontramos poetas en catalán, gallego y euskera, además de en castellano,
postulando una idea más abierta, menos excluyente (desearía yo que más
realista) de la cultura del país. Los
poetas presentes son:
Ricardo Arregui (1958)
José Ángel Cilleruelo
(1960)
Jesús Aguado (1961)
Esperanza López Parada
(1962)
Eduardo Moga (1962)
Jorge Riechmann (1962)
Vicente Valero (1963)
Diego Doncel ((1964)
Ada Salas (1965)
Álvaro García (1965)
Jordi Doce (1967)
Antonio Méndez Rubio
(1967)
Agustín Fernández Mallo
(1967)
Melcion Mateu (1971)
Julietta Valero (1971)
Mariano Peyrou (1971)
Pablo García Casado (1972)
José Luis Rey (1973)
María do Cebreiro (1976)
Sandra Santana (1978)
Juan Andrés García Román
(1979)
Son interesantes y
valorables las coincidencias con otras antologías de indiscutible magisterio:
José Luis García Martín en La Generación del 99, (Nobel, 1999)
incluyó a Jesús Aguado, Eduardo García,
Pablo García Casado.
Luis Antonio de Villena en La inteligencia y el hacha (Visor, 2010)
coincide en Eduardo García, Mariano
Peyrou, Pablo García Casado y José Luis Rey.
La introducción de la
presente obra merece algo más que una lectura atenta; despliega un profundo
conocimiento de la historia de la poesía reciente y de las bases teóricas de la
crítica literaria. Comienza presentando los criterios tanto editoriales como
estéticos y dando explicación al evocador título con que enmarca la antología.
Seguirá, en una segunda parte, desarrollando una "historia alternativa de
la poesía española reciente" y explicando su concepto de canon. Estos son
sin duda sus capítulos más polémicos y reivindicativos frente a los entramados
editoriales, de premios y de críticos ("expendedores de carnets") o
frente al monocultivo académico,
editorial y promocional centrado en un modelo poético figurativo, realista y
experiencial (p.48) o frente al sistema educativo centrado en un comentario
de textos que considera monocultivo de la estilística tradicional.
En este último factor, el
de la enseñanza tradicionalista, cree encontrar una de las razones por las que
los poetas realmente valiosos tienen en común una formación independiente,
fuera de todo academicismo, que incluso ha obligado en alguno de ellos a cierta
forma de "desaprendizaje". Creo que exagera un poco al generalizar
una labor tan cruel a los modestos profesores de Literatura, (una concesión a
su espíritu polemista), aunque coincido que es un gravísimo error la unión de
la enseñanza de la Lengua y la Literatura en una única disciplina, que no es la
única rémora del vergonzoso aluvión de reformas, contrarreformas estúpidas y
demás improvisaciones educativas que debemos soportar con estoicismo.
Seguramente tuve más suerte que el editor de esta antología porque disfruté de
unos profesores abiertos y preparados que no concebían el comentario de textos
como un mero censo de recursos, sino como una reflexión profunda sobre los
mecanismos internos y las complejidades de la obra de arte, más allá de la
estilística, buscando los límites de sus alumnos. Ahora, el comentario de
textos es casi imposible dentro de unos planes de estudio como los actuales,
absurdos y tan infantilizados como los que pergeñaron las sucesivas reformas. Siento
la pésima experiencia de Don Vicente con sus maestros que sin embargo, como es
visible, no ha mermado en nada una brillante obra.
En los capítulos
siguientes se profundiza sobre el concepto de canon. Si se me permite la
simplificación, los factores en los que encuentra la calidad estética son la
diferencia estética (la innovación, la originalidad) y la excelencia técnica,
siguiendo en parte el modelo teórico de Bloom. Disculpando la grosera
simplificación a la que me veo obligado en esta recensión, una de las partes
más interesantes de su introducción es aquella en la que concreta, en la poesía hispánica contemporánea,
las líneas identificadoras de la poesía de calidad: La dificultad
(el reto que impone al lector), la capacidad de reconstrucción o
revivificación, la reformulación crítica y consciente del yo (ontológico y
elocutorio; persona y voz lírica) y la tensión técnica (el equilibrio: nada
falta, nada sobra en la obra de arte perfecta).
Obviamente ni hermetismo
ni innovación son garantía de calidad, tampoco la imitación. Suscribo la
reflexión del autor: ¿Hasta qué punto algunos ecos no superan a las voces que los originaron? Yo apostaría
que muchos.
La confrontación entre
poesía de la normalidad y poesía "fuerte", en la búsqueda de una canon de excelencia, no
me parece suficientemente objetiva, pero cuál pude ser el criterio. Algunos
epígonos superaron a los maestros. El autor de la selección quiere exponer los
factores, los condicionantes, los actores y los prejuicios del gusto actual en
poesía. En este sentido nos enfrenta a un panorama desesperanzador y elitista.
Quedan fuera del objeto de
este libro los fenómenos de la última poesía (la influencia real de internet,
la caída de ciertos sellos editoriales con la crisis, la aparición de otros, la
poesía juvenil y mediática...) que sin embargo tienen mucho que ver con ese
paisaje que describía.
El concepto de poesía
"fuerte" (Bloom) me parece una vaguedad calculada. Si bien el arte se
juzga a posteriori, el filtro del tiempo, a veces, no puede con ciertos
apriorismos. Los rasgos esenciales de la llamada poesía "fuerte" son
demasiado evanescentes y, al fin, se consideran por sus resultados a largo
plazo, no por su eficacia en un momento dado.
Quizás el cóctel de la
brillantez sea demasiado complejo para ser definido. Ahí está el reto que
aborda valientemente esta antología imprescindible e inteligente, con vocación
polemista, que sin duda marcará un modelo para las venideras.
Por cerrar de alguna
manera esta reflexión: ¿Podemos encontrar un canon indiscutible o cualquier
criterio naufragará en la relatividad de gustos y condicionantes (sean
económicos, culturales o políticos)? La disposición para comprender, en tiempos
como los actuales, (y más, si cabe, la poesía)
es una cualidad casi mística. Nos acerca a los ascetas porque ellos descubren
que todo lo perceptible es signo transcendente de otra cosa; sólo debemos
aplicar nuestro criterio en revelar alguna de sus significaciones auténticas
dentro de una posible semiotización infinita. No sé hasta qué punto sólo se
encuentra lo que se busca porque al final podríamos llegar a la conclusión de que
no hay buenos poetas sino buenos lectores de poesía y esto sí que es
radicalmente cierto. Deberíamos transmutar los concursos de poesía en
certámenes de lectura poética. Más allá de las polémicas entre poesía de la
experiencia, figurativa, comprometida, vanguardista... la única especie en vías
de extinción en este momento es el lector de poesía.
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