miércoles, 14 de febrero de 2018

ANTONIO PRAENA, Historia de un alma, XXVI Premio Jaime Gil de Biedma, Visor, 2017



La sed inacabable del ser humano es sin duda la protagonista de este brillante poemario de Antonio Praena, un afán eterno y real, una sed carnal y sucia, lejos de cualquier idealización y que sólo puede ofrecer su conocimiento a quien realmente la haya sentido tal y como Saint John Perse afirma en Anábasis: 

En la delicia de la sal se encuentran todas las lanzas del espíritu.
¡Avivaré con sal las bocas muertas del deseo!
A quien no haya bebido, venerando la sed,
el agua de las arenas en un casco
poco crédito le concedo
en el comercio de las almas.

En otro orden de cosas, cabe una reflexión literaria: Si el novelista de carne y hueso nos hace imaginar una historia más o menos veraz a través de la voz de un narrador, el poeta crea en cada poema un hablante lírico para exponer una ficción poética, esto es, una perspectiva exacta con que percibir los matices precisos de su pensamiento. Tan ficticios como reales son la Vetusta de Leopoldo Alas y las cuatro columnas de cieno de Lorca: En cuanto algo se escribe a la espera de un lector, traspasa la puerta de lo estrictamente real, transita a través de la perspectiva escogida, hierve en las posibles interpretaciones, hace equilibrios en los hilos lanzados por las diferentes referencias intertextuales, sean reales, virtuales, sospechadas o imaginadas por los receptores y por los críticos de una escuela, de una tendencia, de una religión, de una edad o de otra impiedad, para llegar por fin, transitado el deseado infierno de la novedad. 

Antonio Praena (Granada, 1973) es el autor de “Humo verde” (Accésit Premio de Poesía Iberoamericana Víctor Jara 2003), “Poemas para mi hermana” (Accésit Premio Adonáis 2006), “Actos de amor”, (Premio Nacional de Poesía “José Hierro” 2011), “Yo he querido ser grúa muchas veces” (Premio Tiflos 2013. Visor). En esta última entrega, "Historia de un alma" (Premio de poesía "Gil de Biedma" 2017), consigue un nuevo libro  sorprendente y brillante.

Las cinco partes en que se estructura este poemario (Éxtasis, Arte, Viril, Belleza, Las ruinas de la historia) son signos de los tiempos, síntomas engarzados por una voz mefistofélica y tentadora (concupiscencia, vanidad y poder), que avanza sobre el autodescubrimiento que debe vivir el lector: El placer elevado a éxtasis absoluto y efímero, vida y arte como  evasión, la egolatría viril que confunde esencia y sensación con oscuros pero convincentes sofismas, la vanagloria del piadoso hipócrita que busca la belleza, una historia de prejuicios. Este discurso parece embarcarnos en un proceso de nigredo alquímico por el que la disolución de materiales conocidos y cotidianos debe  provoca el surgimiento de una compresión superior.


Quien considere estos poemas algo impío, irónico o cínico, olvida que están dirigidos a la inteligencia. Ningún texto poético puede admitir, si queremos hacer una lectura profunda, una interpretación simple, literal, textual, biográfica, como tampoco podemos aplicar sistemáticamente un diccionario de interpretaciones simbólicas. Exigiendo una lectura crítica, profunda y desprejuiciada, atenta a referencias, no podía haber candidato mejor para un premio que lleva el nombre de Gil de Biedma. Recordamos unos versos de Actos de amor
Transgredo. No me importo. No te asombres.  Volver, p.72
Un procedimiento parece protagonizar este libro: La reducción al absurdo desvela las grandes verdades que viven dentro de la gran mentira. La sociedad de consumo nos sumerge en la ficción de una felicidad ilimitada, un orgasmo perenne, el éxtasis. La promesa de disfrute eterno, en su obvia caducidad, desvela la verdad:

"Quien elige se engaña. Y los dioses no mienten"    De imperio, p. 53.

Delegamos realmente nuestro albedrío en modos y modas ajenas, sabiendo que la llave de la virtud está en el libre ejercicio de nuestra voluntad. Aunque estemos obligados a elegir, se desvela un límite que esconde el presente: no podemos decidir que no pase el tiempo.

Ahondar en el pecador es construir la virtud. Encontramos visiones  "ad absurdum" del itinerario que un ser humano puede seguir en la actualidad: Sin privaciones, expuesto a comodidades, bienes y derechos inimaginables hace algunos años, sin embargo, el estado original de muchos lectores es el estado adánico. No existe para ellos el dolor, ni la enfermedad, ni el hambre, ni la necesidad, pero su ceguera  plantea contradicciones que se plasman en poemas, a menudo, llenos de contrastes y estructuras contrapunteadas. Este Adán de hoy en día, que somos todos en mayor o menor medida, sólo busca afanes materiales, placeres coyunturales que luego enroca en juicios de aparente hondura, pero que al fin, sólo son sofismas. Qué mejor vía para introducirse en la mente de este tiempo que adquirir su misma experiencia.

Son numerosas las referencias rastreables: No sólo encontramos entre líneas a San Juan, (Dar a la caza alcance) o a Manrique, con aparente irreverencia, también a Gil de Biedma en motivos diletantes o provocadores, también en citas literales (Que la vida iba en serio.. -Funerales, p 56-); quizás también el escandalizador Baudelaire en su Spleen de París (Su Matemos a los pobres podría reflejarse en la supuesta aporofobia de Formatos (p.34)  o en la fobia de la fealdad reinterpretada de Bienaventuranzas (p.62). También es llamativa la presencia de la técnica actual, aplicaciones de Android y móviles (esa extensión de nosotros mismos) que termina cifrándose en la cita de Facebook : Para lograr lo que nunca has logrado tienes que transformarte en la persona que nunca has sido. (p. 41) El hablante lírico y el lector también se deben transformar en la persona que no son para mantener el viejo juego de la literatura.

Para concluir sólo sugiero dos reflexiones:
En lo literario, la constatación de la esencia fabuladora del género lírico, una vez más hibibridado,  sin la cual no sería posible interpretar un poema más allá de su referencia real más o menos caduca y cerrada. Existe una ficción poética: Lo que leemos es poesía porque se carga de sentidos, a menudo transgresores,  a lo largo de las diferentes interpretaciones de sus lectores.
En lo transcendental, estos poemas ahondan en la necesidad de despertar la conciencia, una actualización de la poética comprometida y crítica. La voz poemática nos sumerge en su experiencia, su sed eterna, para purgar nuestra ceguera.

Buscas saciar esta nada
de una nada infinita
sintiendo que no es nada
y que es siempre insaciable..             Sed, p. 80
                                                         

Recordando el comienzo de este este comentario, sólo espero que ese afán incontenible que nos inquieta sea también capaz de dirigirnos cabalmente hacia lo infinito:

La infinitud del deseo, el deseo de desear más, la desesperanza de encontrar la saciedad... Siendo ilimitado el deseo, los humanos desean lo infinito.            Tomás de Aquino