lunes, 28 de agosto de 2017

LA CUARTA PERSONA DEL PLURAL (1978-2015), Vicente Luis Mora (ed)


LA CUARTA PERSONA DEL PLURAL (1978-2015), Vicente Luis Mora (ed), Vaso roto Ediciones, 20016.


La cuarta persona del plural atrae irremisiblemente la atención del lector desde el mismo título: ¿qué puede existir más allá de la tercera persona del plural? Encadenará Vicente Luis Mora las diversas explicaciones de esa peculiar persona gramatical inclusiva en algunas lenguas con los límites y razones con que ha construido una antología que ya considero imprescindible no sólo por su criterio en la selección de poetas (se comparta o no), también por el  importante discurso con que la justifica y con que a la vez valora (sin evitar la polémica) el panorama poético español de los últimos años.



Vicente Luis Mora (Córdoba, España, 1970), autor de la  presente antología,  es Doctor en Literatura Española Contemporánea y autor de relevantes ensayos como El lectoespectador. Deslizamientos textovisuales entre literatura e imagen (2012), Singularidades. Ética y poética de la literatura española actual (2006), La luz nueva. Singularidades de la narrativa española actual (2007), Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura (2008), La literatura egódica. El sujeto narrativo a través del espejo (2013), El sujeto boscoso. Tipologías subjetivas de la poesía española contemporánea entre el espejo y la notredad (1980-2015) I Premio Internacional de Investigación Ángel González de la Universidad de Oviedo, recién publicado en Iberoamericana / Vervuert. A su faceta como crítico se une su obra literaria: el libro de poemas Serie (2015) y la novela Alba Cromm (2010). Mantiene el blog Diario de Lecturas que también considero imprescindible si se quiere tener una panorámica más variada del momento actual.





Los antologados, sin duda de contrastada calidad, han nacido después de 1960, pero también viven en la era de internet, comparten vivencialmente dos formas de ver el mundo: La transición a la democracia en su juventud y la adaptación a un mundo digital en su madurez.

Entre los seleccionados encontramos poetas en catalán, gallego y euskera, además de en castellano, postulando una idea más abierta, menos excluyente (desearía yo que más realista) de la cultura del país.  Los poetas presentes son:



Ricardo Arregui (1958)

José Ángel Cilleruelo (1960)

Jesús Aguado (1961)

Esperanza López Parada (1962)

Eduardo Moga (1962)

Jorge Riechmann (1962)

Vicente Valero (1963)

Diego Doncel ((1964)

Ada Salas (1965)

Álvaro  García (1965)

Jordi Doce (1967)

Antonio Méndez Rubio (1967)

Agustín Fernández Mallo (1967)

Melcion Mateu (1971)

Julietta Valero (1971)

Mariano Peyrou (1971)

Pablo García Casado (1972)

José Luis Rey (1973)

María do Cebreiro (1976)

Sandra Santana (1978)

Juan Andrés García Román (1979)





Son interesantes y valorables las coincidencias con otras antologías de indiscutible magisterio:

José Luis García Martín en La Generación del 99, (Nobel, 1999) incluyó a Jesús Aguado, Eduardo García, Pablo García Casado.

Luis Antonio de Villena en La inteligencia y el hacha (Visor, 2010) coincide en Eduardo García, Mariano Peyrou, Pablo García Casado y José Luis Rey.



La introducción de la presente obra merece algo más que una lectura atenta; despliega un profundo conocimiento de la historia de la poesía reciente y de las bases teóricas de la crítica literaria. Comienza presentando los criterios tanto editoriales como estéticos y dando explicación al evocador título con que enmarca la antología. Seguirá, en una segunda parte, desarrollando una "historia alternativa de la poesía española reciente" y explicando su concepto de canon. Estos son sin duda sus capítulos más polémicos y reivindicativos frente a los entramados editoriales, de premios y de críticos ("expendedores de carnets") o frente al monocultivo académico, editorial y promocional centrado en un modelo poético figurativo, realista y experiencial (p.48) o frente al sistema educativo centrado en un comentario de textos que considera monocultivo de la estilística tradicional.

En este último factor, el de la enseñanza tradicionalista, cree encontrar una de las razones por las que los poetas realmente valiosos tienen en común una formación independiente, fuera de todo academicismo, que incluso ha obligado en alguno de ellos a cierta forma de "desaprendizaje". Creo que exagera un poco al generalizar una labor tan cruel a los modestos profesores de Literatura, (una concesión a su espíritu polemista), aunque coincido que es un gravísimo error la unión de la enseñanza de la Lengua y la Literatura en una única disciplina, que no es la única rémora del vergonzoso aluvión de reformas, contrarreformas estúpidas y demás improvisaciones educativas que debemos soportar con estoicismo. Seguramente tuve más suerte que el editor de esta antología porque disfruté de unos profesores abiertos y preparados que no concebían el comentario de textos como un mero censo de recursos, sino como una reflexión profunda sobre los mecanismos internos y las complejidades de la obra de arte, más allá de la estilística, buscando los límites de sus alumnos. Ahora, el comentario de textos es casi imposible dentro de unos planes de estudio como los actuales, absurdos y tan infantilizados como los que pergeñaron las sucesivas reformas. Siento la pésima experiencia de Don Vicente con sus maestros que sin embargo, como es visible, no ha mermado en nada una brillante obra.



En los capítulos siguientes se profundiza sobre el concepto de canon. Si se me permite la simplificación, los factores en los que encuentra la calidad estética son la diferencia estética (la innovación, la originalidad) y la excelencia técnica, siguiendo en parte el modelo teórico de Bloom. Disculpando la grosera simplificación a la que me veo obligado en esta recensión, una de las partes más interesantes de su introducción es aquella en la que concreta, en la poesía hispánica contemporánea, las líneas identificadoras de la poesía de calidad: La dificultad (el reto que impone al lector), la capacidad de reconstrucción o revivificación, la reformulación crítica y consciente del yo (ontológico y elocutorio; persona y voz lírica) y la tensión técnica (el equilibrio: nada falta, nada sobra en la obra de arte perfecta).



Obviamente ni hermetismo ni innovación son garantía de calidad, tampoco la imitación. Suscribo la reflexión del autor: ¿Hasta qué punto algunos ecos no superan a  las voces que los originaron? Yo apostaría que muchos.

La confrontación entre poesía de la normalidad y poesía "fuerte",  en la búsqueda de una canon de excelencia, no me parece suficientemente objetiva, pero cuál pude ser el criterio. Algunos epígonos superaron a los maestros. El autor de la selección quiere exponer los factores, los condicionantes, los actores y los prejuicios del gusto actual en poesía. En este sentido nos enfrenta a un panorama desesperanzador y elitista.



Quedan fuera del objeto de este libro los fenómenos de la última poesía (la influencia real de internet, la caída de ciertos sellos editoriales con la crisis, la aparición de otros, la poesía juvenil y mediática...) que sin embargo tienen mucho que ver con ese paisaje que describía.



El concepto de poesía "fuerte" (Bloom) me parece una vaguedad calculada. Si bien el arte se juzga a posteriori, el filtro del tiempo, a veces, no puede con ciertos apriorismos. Los rasgos esenciales de la llamada poesía "fuerte" son demasiado evanescentes y, al fin, se consideran por sus resultados a largo plazo, no por su eficacia en un momento dado.



Quizás el cóctel de la brillantez sea demasiado complejo para ser definido. Ahí está el reto que aborda valientemente esta antología imprescindible e inteligente, con vocación polemista, que sin duda marcará un modelo para las venideras.





Por cerrar de alguna manera esta reflexión: ¿Podemos encontrar un canon indiscutible o cualquier criterio naufragará en la relatividad de gustos y condicionantes (sean económicos, culturales o políticos)? La disposición para comprender, en tiempos como los actuales,  (y más, si cabe, la poesía) es una cualidad casi mística. Nos acerca a los ascetas porque ellos descubren que todo lo perceptible es signo transcendente de otra cosa; sólo debemos aplicar nuestro criterio en revelar alguna de sus significaciones auténticas dentro de una posible semiotización infinita. No sé hasta qué punto sólo se encuentra lo que se busca porque al final podríamos llegar a la conclusión de que no hay buenos poetas sino buenos lectores de poesía y esto sí que es radicalmente cierto. Deberíamos transmutar los concursos de poesía en certámenes de lectura poética. Más allá de las polémicas entre poesía de la experiencia, figurativa, comprometida, vanguardista... la única especie en vías de extinción en este momento es el lector de poesía.