martes, 19 de julio de 2016

ANTONIO PRAENA, leído por Zaqueo, "Actos de amor", Raspabook ed. 2016, 2ª ed., XXII Premio José Hierro, prólogo de Luis Antonio de Villena, fotografías de María Alcantarilla.


Mi devoción por Antonio Praena (1973) nació con su obra Yo he querido ser grúa muchas veces (Premio Tiflos en 2013, Visor). En esta obra me sorprendieron los siete pasos poéticos de las siete partes de este poemario que evocan, comentan o parafrasean de alguna manera los siete dones del espíritu o quizás las siete virtudes.

Ahora, voy al origen,  desando el camino cuando consigo en 2016 esta nueva edición de Actos de amor, XXII Premio José Hierro de 2011, re-editada por Raspabook, hermoseada con las fotografías de María Alcantarilla y enriquecida con el prólogo de Luis Antonio de Villena, después de cuya lectura sobra cualquier intento de recensión, incluido éste mismo.

Debo hacer constar que siempre quise encontrar en la poesía algo que la independizara de lo meramente autobiográfico, un planteamiento que la separase de la efusión sentimental del autor, pero Antonio Praena me seduce y no puedo dejar de caer en sus redes. Tampoco quiero creer que Antonio sea totalmente unívoco y sincero; prefiero pensar que el hablante de Actos de amor recrea una ficción poética alrededor del más amplio concepto de amor, ese concepto que queremos que exista detrás de la cita de San Agustín "Ama et fac ut vis", para que el lector reflexione. Prefiero pensar que Antonio no es doctor en teología, que no mantiene su blog /elatril.dominicos.org/, que ni siquiera es católico, ni cristiano...

Con Actos de amor (en su primera edición imposible) nos sorprende con una sabia estructura y nos seduce con su desnudez. No podemos dejar de recordar el que sería su futuro Yo he querido ser...  Externamente encontramos cinco partes: De la misericordia espirituales, Mundo, Carne, De la misericordia corporales y un Prólogo final. Redunda en el recurso de introducir elementos paratextuales dentro de la obra, como parte sustantiva de ella, con un "prólogo" situado contradictoriamente al final contraviniendo la costumbre. (Volverá a cerrar Yo he querido ser... con un prólogo). Quizás constate con ellos la necesidad de una obra posterior, aún ilegible, o de una relectura, o quizás debamos entender etimológicamente la palabra "Prólogo" como un texto que avanza hacia la obra y ayuda al lector, siendo la lectura del poema algo que se demora más allá de la lectura directa, algo que se desata lentamente con la experiencia una vez terminada la última línea y que se desarrolla con el tiempo.  

La seducción que provocan los poemas de Antonio Praena surge de la ambigüedad biográfica con que se desvela el autor. Nos preguntamos si debemos comprender literalmente cada verso, cada nombre propio, pero el hombre que escribe desaparece y caduca con el tiempo. Permanece sólo la voz que descubre antes de la disolución:

"El resto, solamente
materia de un poema"                    (Legión p.61)

La poética de Antonio Praena se puede ver desarrollada en Legión,  Autorreproche, Actos de amor, Teoría de los actos verbales... así comprendemos que el acto de amor y la creación poética tienen en común la gratuidad, la carencia de fin, el desinterés, la pureza, la simplicidad.

La seducción de la poesía de Antonio Praena está en esa aparente desnudez, esa simplicidad con que nos deja observar hechos sólo supuestamente reales, pues, desde el mismo momento en que fueron tinta "sangre ennegrecida", ya son sólo sombra, ficción poética.

"Siete actos
de amor. Me han parecido vanguardistas,
porque, en el siglo del exceso y de los daños,
usar infinitivo y complementos
tan simples se convierte en una forma
de pura transgresión.

Transgredo. No me importo. No te asombres."  Volver, p.72

En lo vital produce vértigo; como lector soy Zaqueo, incómodo, seducido y temeroso. Nunca me gustó la expresión "obras de misericordia"; siendo sinónimas, prefiero sin duda "actos de amor", como los que nos descubre este poemario, más allá del canon (enseñar, aconsejar, perdonar...), siempre sin interés y pródigo ("quia absurdum") sólo aparentemente inútil y gratuito como la poesía.

miércoles, 6 de julio de 2016

Sobre una lectura de Rosario Troncoso, Transparente, La isla de Siltolá, Col. Tierra 2014.


En mi niñez jugábamos bajo unos hermosos y umbríos transparentes; su laberinto de ramas invitaba a la ascensión, al escondite, a la aventura. Siempre me pregunté cómo era posible que a ese enorme arbusto le llamaran transparente; el mioporo o siempreverde es frondoso y por lo tanto es un bello muro verde para las miradas indiscretas. Entre sus infinitas ramas jugaba a tener cientos de vidas y espiaba las de los demás. Transparentes también son los visillos con que escondemos nuestras estancias en la umbría de nuestro secreto. Visillos y siempreverdes son celosías que nos permiten ver sin ser vistos; nos transforman en cristal, frágil lucidez. Así me he sentido leyendo  los poemas de "Transparente".

"A este lado del cristal, el abismo

en mis manos perplejas,"                  (Duelo, p. 17)



La primera parte de este poemario, "Derribos controlados", profundiza en la fragilidad que sentimos ante el fluir del tiempo, la inseguridad, la debilidad que se hace palpable  en la conciencia del transcurrir del tiempo, con los recuerdos, con los hitos amenazantes de la madurez.

La segunda parte lleva por título "Ya no son infalibles las rutas conocidas", declaración del desasosiego ante la "terra ignota" con que se marcaban en la Edad Media los mapas imposibles de lo desconocido.

Ante la geografía del futuro es inevitable vivir crudamente el desamparo, que no deja de ser un sentimiento transparente, como la ataraxia del odio al lunes (Deuterofobia, p. 37) o la apatía (p.46) o el desasosiego, "la certeza de que todo se acaba" (p. 40),  como el reflejo del miedo de la madre en el recuerdo (41); pero también es inevitable, llegando al fondo, conscientes de que "quizás nada ya importe demasiado" (Nada, p. 48), sufrir una transformación: Los últimos poemas"(Desahucio", "Taller de alta poesía", "Lección"...) describen la dolorosa catarsis que deviene en poesía. La labor poética es una forma de abordar el desorden que observamos, la novedad, la constatación de la inutilidad de los esquemas pasados.

Estas últimas composiciones metapoéticas descubren la belleza de la poesía  en su aparente inutilidad, descubrimiento de nuevas realidades efímeras, describen el mester supuestamente superfluo y transparente del poeta que

"... cose en la memoria

el nombre de las cosas

por si acaso se abrieran

los pespuntes ocultos del olvido"                 (p. 55)



El translúcido misterio de la consciencia, quintaesencia de la poesía, nos cose al presente, pero no olvidemos que el olvido, "ese bien imperfecto", (p. 51) es transparente; así que también debería ser poesía.  Al fin, sólo queda el machadiano  "hacer camino al andar". Sigamos andando y leyendo a Rosario Troncoso.