lunes, 2 de noviembre de 2015

J. SÁNCHEZ MENÉNDEZ, Mediodía en Kensington Park, Ed. Isla de Siltolá, Col, Tierra, 2015. LOS DIFUSOS LÍMITES DE LA POESÍA.


  Si algo caracteriza este poemario, cuarta entrega de la serie Fábula,  es la fusión de momentos, de lugares y de géneros literarios. Tiempos, los recordados y los vividos en su estancia londinense se mezclan, en un presente continuo, con lugares como Moguer, Puerto Real o Kensington en un rincón fantasmal de la conciencia; los géneros literarios como el aforismo, el diario o la lírica se funden en todas sus líneas. ¿Qué hace que este libro sea poesía? Si observamos con atención los rasgos de los géneros tradicionales, descubriremos que no se pueden caracterizar estrictamente por la aparición de un  narrador, del verso, del argumento, o de acotaciones. Lo que en el fondo los identifica es el especial tratamiento del tiempo que encontramos en cada género: Si  en la narrativa el tiempo de la ficción se resume en las cortas horas que precisa el lector para vivir la aventura y en el teatro se vuelven a presentar los minutos vividos ante la mirada espía del espectador tal cual fueron sucediendo; en la poesía, sin embargo, no nos queda otra posibilidad que ampliar los instantes fugazmente intuidos por el hablante poético expresados en breves y profundos versos que exigen reflexión, relectura, implicación, un "tempo" diferente que permita desdoblar todos los sentidos del poema. Resumen, representación y amplificación son la esencia de cada uno de los géneros. En este poemario podemos encontrar esa amplificación que caracteriza lo poético cuando la vivencia, fugaz o intuida, crece en una multitud de relaciones y referencias, a veces insospechadas, en un camino que sólo puede terminar el lector.

Desde el principio el lector extrañará la tradicional disposición versal y encontrará otros recursos rítmicos (autorreferencias, paralelismos, repeticiones de motivos...), pero no dejará de reconocer, entre pensamientos, aforismos, monólogos, sentencias y digresiones cercanas al diario,  la tonalidad lírica, la reflexión y la mirada más propia de la poesía.  Durante toda la lectura, detrás de los temas iluminados en cada poema (dios, soledad, tiempo, poesía), permanece en segundo plano, constante, la respuesta a la duda: sí, sin duda leemos poesía porque el texto amplifica la mirada del lector y amplía el significado de lo vivido.

La vocación del género del  diario es palpable desde el primer poema, la expresión en presente funde en un momento continuo las experiencias vividas y sus reflexiones, al modo de las Ensoñaciones de un paseante solitario, hilvanando promenades como un Rousseau soñador. El auténtico protagonista es la introspección.

La observación deviene en una auténtica vía purgativa: La desnudez, el dolor, la búsqueda de la luz centran a menudo las líneas de pensamiento:



Con las palabras se busca la verdad, ese veneno que diferencia al hombre de sí mismo (p.24)

Todos estamos solos. Te dije que la duración es una acción humilde (p.25) Caminar sin amor entre los hombres nos lleva a lo insensato (p.26)



Entre las especulaciones que desgrana nuestro viajero en aparente desorden, en contradictorias apariciones, como caóticas líneas de pensamiento podemos destacar como un auténtico eje de  comprensión la figura de dios, a veces figurado en su silencio, otras en su capricho, aunque siempre entendido como figura simbólica:



Fracasas y descubres que dios no está presente

Hay un dios en el mar que abusa de nosotros.  (p. 27)



Dios, siempre marcado con letra itálica, se desliza entre recuerdos y aforismos, muchos de ellos de vocación metapoética:



Los libros no se limpian, se devora, se leen.

En literatura todo lo imprevisible es prescindible. (p. 20)

las grandes obras nunca se acaban de leer.  (p. 23)



En algunos momentos estas expresiones centradas en la indagación de lo poético, se enlazan con otras que parecen identificar la labor del poeta con un sacerdocio:



Los poetas no acuden con galantería a las fiestas políticas

Los poetas se expulsan. (p. 21)

La palabra es el centro de la vida de dios, el músculo primero de la verdad sincera, de la poesía.. (p. 46)

La palabra es un mundo que hay que descubrir y debes estar solo.  (p.47)



Dios, desnudez, luz, la búsqueda de la palabra exacta se transforman en símbolos de raigambre juanramoniana:



Pienso en la luz como deseo la verdad. (p.55)

Es la palabra justa la que conduce al poeta por el camino de la esencia. (p.39)

Lo bueno de ser luz es la mirada. (p. 20)



Culmina este juego alegórico con el motivo omnipresente en todo el poemario y que le da nombre: el centro del parque, espacio simbólico, fusión de lugares vividos, altar en que la mirada se transforma, se comprende el cosmos o se emprende la exigente labor poética.



Aprendo de las personas que pueden enseñar, que han leído la esencia, que llegaron al bosque y, en su centro, descubrieron la luz y su silencio. Sin silencio no hay poesía... En el centro del parque todo se ve distinto  (p.48-49)



Más allá de la poesía cuya inefabilidad se expresa a través de líneas de pensamiento desordenadas que rozan lo caótico o la incoherencia, más allá de la poesía que trata de hablar de la poesía misma, más allá del ideal de pureza, encontramos  la poesía en la consciencia del momento, transcendiendo el tiempo, presente, pasado o futuro:



Las cosas de la vida se conocen si pronto sabré quién eras de verdad. Sin saber responder. Este último día del año o de mi vida se ha anclado a nuestros pies... (p. 36)

El alfabeto es la máquina del tiempo.. El desorden del tiempo, curiosa introducción (p.22)



La percepción del tiempo, en su anarquía, en su caos,  significa algo, transforma la comprensión de lo vivido y transforma también los lugares  (Kensington Park, Moguer, Puerto Real) en sólo uno:



Este parque infantil de donde nunca salgo. Saludo los recuerdos... El fin de este paseo es conocer al niño, es la transformación, la ola que nos mece y nos arrastra fuera.. (p.26)



Sin embargo, el auténtico protagonista del libro es la poesía, su esencia, sus límites, su vivencia:



El poema es un sueño que empieza a mediodía. (p. 60)



Una duna se mueve como lo hace un verso, sin premeditación. (p. 61)



La última imagen:



Siempre es mediodía en Kensington Park. Suele ocurrir de noche. La duna va avanzando por el centro del parque. (p.62)



El cierre del poemario sorprende en su contraste, como un fundido, una noche reflexiva. De la misma manera que en la imagen final encontramos fusionados lo onírico y lo real, también encontramos amalgamados durante todo el libro lo poético, lo aforístico y el diario, el tiempo pasado, el presente y el futuro, los lugares vividos (Puerto Real,  Londres o Moguer) en un espacio poemático o emocional, cuya finalidad ha sido indagar, explorar, inmerso en el caótico devenir de la mente,  los difusos límites de la poesía.

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