martes, 27 de marzo de 2018

BENÍTEZ ARIZA, TRATAMIENTO DEL TIEMPO LÍRICO I BENÍTEZ ARIZA, Casa en construcción.


José Manuel BENÍTEZ ARIZA,

Casa en construcción. (Itinerario poético 1984-2007), Renacimiento, 2007.





Cuando comenzamos la lectura de un poema esperamos encontrar una desviación sobre los usos normales y cotidianos de la lengua (Jean Cohen y otros muchos comentaron este hecho). Esperamos, normalmente, que ese diferencial sea estridente,.  Sin embargo, cuando leemos la poesía de Benítez Ariza descubrimos que hay un oscuro y sutil modo de concretar lo poético en el papel sin recurrir a esa desviación estrepitosa. Los poemas de Benítez Ariza son sutiles máquinas creadoras de resonancias en el tiempo.

La resonancia, sea sonora o mecánica, es el fenómeno por el cual un movimiento periódico, un ritmo oscilatorio, es capaz de reforzarse al verse estimulado por otro aunque sea leve, aumentando progresivamente su amplitud.

No tiene otra explicación el que esta forma de hacer poesía, sin superficialidades, sin solemnidades, ni artificios llamativos sin absurdos, ni estrafalarios añadidos pueda captar tan intensamente al lector.

El pensamiento y sus meandros, la extrañeza, la ironía, el sarcasmo, la reflexión, la conciencia, la perplejidad,...... todo lo que sucede en la mente en este extraño devenir (la búsqueda que llamamos vida) se amplifica en los resortes de la conciencia. El hablante lírico, en su evocación, se hace consciente de la existencia de un topos en aquello que sucede cotidianamente ante nuestros ojos.





Hoy es siempre todavía

Pero el eterno retorno

inmoviliza este día    



en su puro sucederse

de rutinas repetidas.

Y, sin embargo, amanece...                            Bitácora, p. 19



La reiteración de esos mismos niños

en esta plaza eterna hace pensar...               Ciudad, p. 35



La conciencia observa el hecho referencial para otorgar un significado ampliado.

En Paisaje con flamencos, p. 40, el referente declarado desde el título,  (flamencos inmóviles, ensimismados) deviene en algo más complejo:



el invierno será la dispersión del cielo

reflejado en las charcas;

tu propia dispersión al contemplarte

es este espejo roto

donde se multiplican las ausencias,              Paisaje con flamencos, p 41



Otro tanto ocurre con el reflejo en el agua de Niña en la orilla p. 42., que vuelve al motivo de Heráclito, esto es, la fluidez inasible del tiempo, consiguiendo que sólo la voz poemática sea capaz de transcenderlo y de multiplicarlo.



Tomas de nuevo posesión del charco

y tus manos deshacen el espejo

en el que empiezas a entrever otra.

Y dura demasiado ese temblor,

como si ya las aguas no supieran

devolverte la imagen de quien fuiste,

de quien ya pronto dejarás de ser.                           Niña en la orilla, p.45



En ambos casos la experiencia directa, fácilmente reconocible, se transforma en reflexión heraclitiana para terminar consignando la complejidad de la observación: No hay una conciencia clara en lo que es observado y en su fugacidad, sino que es el observador el que le otorga sentido ralentizando su observación. Un tú lírico actualiza lo observado ante los ojos del lector; pero será ese lector el que "re-presente", en diversa forma, multiplicándose libre, esa consciencia del instante imposible de conservar. La paradoja se fragua cuando se constata la fugacidad del momento en un mecanismo poético que lo reconstruye y repite ante cualquier receptor.

La dificultad por entender el discurrir del tiempo se declara en el admirable poema introductorio de Biografía:



El tiempo que endurece el pan, el tiempo

que llena los buzones de cartas atrasadas

y papeles inútiles, el tiempo

que enrarece la atmósfera de los pisos cerrados

y presta un sutil hilo argumental

a las vidas ajenas, un curioso

carácter de fenómeno de feria

a las cosas que cambian por su influjo;

el tiempo de esas vidas, de esas cosas,



tan distinto a ese otro tiempo tan extraño

que se remansa en círculos concéntricos

a nuestro alrededor,

o fluye como aceite en esos días

iguales que,  al final, suman un solo día,

para quemarse luego,

en un único instante sin medida ni tiempo;

el del enfermo y el enamorado;

el tiempo que se adensa en los recuerdos

y es una pasta espesa que se deja moldear.             El tiempo... Biografía, p.55





Las diferentes facetas del discurrir afectan a la comprensión de lo vivido e incluso de lo no vivido, de lo imaginado. Existe una sucesión temporal física, imparable, pero también diversos tiempos psicológicos y vivenciales:  El momento rememorable que es susceptible de interpretación y de reinterpretación, o el que se vive en primera persona, marcado por su circunstancia, inevitablemente acelerado o ralentizado.



Hace diez años

todo pasaba más deprisa, o más despacio;

el tiempo, hace diez años, era el lento

declinar de la luz sobre tardes eternas

de espera e impaciencia

(todo tardaba demasiado)

y tardes -otras tardes- que duraban

lo que una llamarada de magnesio

que dejase una brasa

candente en la memoria, como esas inconstantes

heridas luminosas que el sol deja

al fondo de los ojos..



(...)



El tiempo, en esa habitación, se acompasaba

al discurrir del pensamiento,  y era

una medida exacta del vivir,

mejor y más precisa que las otras....                        Tópico y aniversario,  p. 101



El lector no pude abandonar su identificación con el punto de vista del hablante lírico y explora las intersecciones de su experiencia con la ficción poemática. Resultado de este proceso, (la intersección entre la experiencia del la voz poemática y la proyección del lector) debe surgir una lectura identificadora y amplificadora del propio tiempo experiencial del lector si los recursos han sido sabiamente escogidos, como es el caso. Como decíamos al comienzo, las máquinas poéticas de Benítez Ariza persiguen una progresiva ampliación de su ritmo en la mente del lector: pura resonancia.



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