José Manuel BENÍTEZ ARIZA,
Casa
en construcción. (Itinerario poético 1984-2007),
Renacimiento, 2007.
Cuando comenzamos la lectura de un poema
esperamos encontrar una desviación sobre los usos normales y cotidianos de la
lengua (Jean Cohen y otros muchos comentaron este hecho). Esperamos,
normalmente, que ese diferencial sea estridente,. Sin embargo, cuando leemos la poesía de
Benítez Ariza descubrimos que hay un oscuro y sutil modo de concretar lo
poético en el papel sin recurrir a esa desviación estrepitosa. Los poemas de
Benítez Ariza son sutiles máquinas creadoras de resonancias en el tiempo.
La resonancia,
sea sonora o mecánica, es el fenómeno por el cual un movimiento periódico, un
ritmo oscilatorio, es capaz de reforzarse al verse estimulado por otro aunque
sea leve, aumentando progresivamente su amplitud.
No tiene otra explicación el que esta
forma de hacer poesía, sin superficialidades, sin solemnidades, ni artificios
llamativos sin absurdos, ni estrafalarios añadidos pueda captar tan
intensamente al lector.
El pensamiento y sus meandros, la
extrañeza, la ironía, el sarcasmo, la reflexión, la conciencia, la perplejidad,......
todo lo que sucede en la mente en este extraño devenir (la búsqueda que
llamamos vida) se amplifica en los resortes de la conciencia. El hablante
lírico, en su evocación, se hace consciente de la existencia de un topos en aquello que sucede
cotidianamente ante nuestros ojos.
Hoy
es siempre todavía
Pero
el eterno retorno
inmoviliza
este día
en
su puro sucederse
de
rutinas repetidas.
Y,
sin embargo, amanece... Bitácora,
p. 19
La
reiteración de esos mismos niños
en
esta plaza eterna hace pensar... Ciudad,
p. 35
La conciencia observa el hecho
referencial para otorgar un significado ampliado.
En Paisaje
con flamencos, p. 40, el referente declarado desde el título, (flamencos inmóviles, ensimismados) deviene
en algo más complejo:
el
invierno será la dispersión del cielo
reflejado
en las charcas;
tu
propia dispersión al contemplarte
es
este espejo roto
donde
se multiplican las ausencias, Paisaje con flamencos, p 41
Otro tanto ocurre con el reflejo en el
agua de Niña en la orilla p. 42., que
vuelve al motivo de Heráclito, esto es, la fluidez inasible del tiempo,
consiguiendo que sólo la voz poemática sea capaz de transcenderlo y de
multiplicarlo.
Tomas
de nuevo posesión del charco
y
tus manos deshacen el espejo
en
el que empiezas a entrever otra.
Y
dura demasiado ese temblor,
como
si ya las aguas no supieran
devolverte
la imagen de quien fuiste,
de
quien ya pronto dejarás de ser. Niña en la orilla, p.45
En ambos casos la experiencia directa,
fácilmente reconocible, se transforma en reflexión heraclitiana para terminar
consignando la complejidad de la observación: No hay una conciencia clara en lo
que es observado y en su fugacidad, sino que es el observador el que le otorga
sentido ralentizando su observación. Un tú lírico actualiza lo observado ante
los ojos del lector; pero será ese lector el que "re-presente", en
diversa forma, multiplicándose libre, esa consciencia del instante imposible de
conservar. La paradoja se fragua cuando se constata la fugacidad del momento en
un mecanismo poético que lo reconstruye y repite ante cualquier receptor.
La dificultad por entender el discurrir
del tiempo se declara en el admirable poema introductorio de Biografía:
El
tiempo que endurece el pan, el tiempo
que
llena los buzones de cartas atrasadas
y
papeles inútiles, el tiempo
que
enrarece la atmósfera de los pisos cerrados
y
presta un sutil hilo argumental
a
las vidas ajenas, un curioso
carácter
de fenómeno de feria
a
las cosas que cambian por su influjo;
el
tiempo de esas vidas, de esas cosas,
tan
distinto a ese otro tiempo tan extraño
que
se remansa en círculos concéntricos
a
nuestro alrededor,
o
fluye como aceite en esos días
iguales
que, al final, suman un solo día,
para
quemarse luego,
en
un único instante sin medida ni tiempo;
el
del enfermo y el enamorado;
el
tiempo que se adensa en los recuerdos
y
es una pasta espesa que se deja moldear. El
tiempo... Biografía, p.55
Las diferentes facetas del discurrir
afectan a la comprensión de lo vivido e incluso de lo no vivido, de lo
imaginado. Existe una sucesión temporal física, imparable, pero también
diversos tiempos psicológicos y vivenciales:
El momento rememorable que es susceptible de interpretación y de
reinterpretación, o el que se vive en primera persona, marcado por su
circunstancia, inevitablemente acelerado o ralentizado.
Hace
diez años
todo
pasaba más deprisa, o más despacio;
el
tiempo, hace diez años, era el lento
declinar
de la luz sobre tardes eternas
de
espera e impaciencia
(todo
tardaba demasiado)
y
tardes -otras tardes- que duraban
lo
que una llamarada de magnesio
que
dejase una brasa
candente
en la memoria, como esas inconstantes
heridas
luminosas que el sol deja
al
fondo de los ojos..
(...)
El
tiempo, en esa habitación, se acompasaba
al
discurrir del pensamiento, y era
una
medida exacta del vivir,
mejor
y más precisa que las otras.... Tópico
y aniversario, p. 101
El lector no pude abandonar su
identificación con el punto de vista del hablante lírico y explora las
intersecciones de su experiencia con la ficción
poemática. Resultado de este proceso,
(la intersección entre la experiencia del la voz poemática y la proyección del
lector) debe surgir una lectura identificadora y amplificadora del propio
tiempo experiencial del lector si los recursos han sido sabiamente escogidos,
como es el caso. Como decíamos al comienzo, las máquinas poéticas de Benítez
Ariza persiguen una progresiva ampliación de su ritmo en la mente del lector:
pura resonancia.
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