José Manuel BENÍTEZ ARIZA,
Arabesco, Pre-textos, Colección Cruz del sur, 2018
El género lírico siempre ha sufrido el
condicionamiento de la expectativa del lector. El lector impone qué es lo que
espera encontrar en un poema: La concentración de musicalidad, de sentimientos,
de sinceridades, de recursos, de paradojas, de conceptos, de juegos
formales..., pero ninguno de estos factores consigue caracterizar lo poético; tampoco
en el exceso, un extraño y discutible
valor diferencial, común con otros géneros. Esperamos normalmente que esa originalidad
de lo poético sea estridente, deslumbrante, llamativa, un léxico brillante,
imágenes inusitadas, sorpresa tras sorpresa en una acumulación que en ocasiones
acaba en un extravagante absurdo de fuegos artificiales; sin embargo, la
auténtica característica de lo poético se encuentra en la sutil amplificación
del tiempo con que se recrea el lector. Esta es la profunda virtud que
encuentro en la poesía de Benítez Ariza.
En Arabesco,
Benítez Ariza juega con la percepción
del tiempo, esa dimensión que nos arrastra a pesar de las dimensiones que nos
encasillan y nos anclan en lo que llamamos realidad. Se estructura este
poemario, introducido por un poema inicial, en tres partes. La segunda es la
única que tiene título: "Cuaderno de campo". En el poema introductorio anuncia el eje
vertebrador del libro:
"..esa complicada petición de
sentido
que implica el acto de mirar"
...
"Más allá de la niebla
buscábamos la concreción de una verdad
mayor
un patrón de sentido más allá del
desorden,
una ilusión de espacio ilimitado,..."
Podríamos perseverar fielmente en la
pista que el propio autor nos da y seguir simplemente este hilo en la lectura,
pero el mismo hecho de observar determina lo observado: alguien ha escogido
lugar, momento, ángulo, perspectiva. No se pretende estudiar aquí el tema del
tiempo (su transcurso, su esencia), sino el tratamiento del tiempo (en su
reducción, traslación, representación o ampliación) que es esencial y
determinante no sólo en el género narrativo, también en el lírico. En los
poemas de Benítez Ariza podemos encontrar fusiones temporales, suspensiones,
representaciones, translaciones y amplificaciones, entre otros fenómenos que
matizan un modo de ver, una interpretación de la ficción (evocación) poética.
La suspensión
del presente como método de amplificación del instante es posible
encontrarla en el primer poema: "Los sentidos" :
Mis
sentidos me dicen cuanto sé de este instante
Y
sin embargo hay cosas de este instante
que
escapan a la estricta división
del
mundo en cinco esferas...
La constatación de las base racional y
sensible de Ockham rompe paradójicamente con su propia navaja la aparente
simpleza de la percepción:
Sin embargo, el instante
se
presenta indiviso a los sentidos (p. 11)
La suspensión temporal es patente
literalmente en algunos de los poemas como Llanos
de Líbar (p. 64)
...
en
el asombro de saberse centro
de
un vasto entrono circular
que
es también un instante suspendido
de
atención expectante
..
También
el tiempo ahora es circular
y
en su centro no se distingue el intervalo
entre
la expectativa y su consumación
quiero
decir: las cosas son eternas
y
sólo es temporal nuestra manera
de
percibirlas, que es también vivirlas. (p. 65)
Podríamos considerar que esta reflexión
lírica se realiza a través de una ampliación que utiliza un presente gnómico o atemporal. No es
posible explicar al lector la experiencia, si no es introduciéndole en ella,
sumergiéndolo en ese instante indiviso suspendido.
En el poema anterior encontramos una
perspectiva en presente gnómico, pero que también se puede encontrar un
tratamiento temporal especial: El tiempo
repetitivo, la circularidad.
Circularidad:
Otro ejemplo de circularidad en el tratamiento
del tiempo lo encontramos en El paseo
(p.66):
Del
perro aprende el paseante
que
el mundo es una trama.
...
Y
aprende el paseante
que
es una trama igual
y
que no existen concepciones claras.
y
que las únicas certezas
son
rastros que se pierden...
...
Va
el paseante siempre con la cabeza gacha, jadeando,
moviendo
ocasionalmente la cola,
feliz
ante el indicio cierto
de una felicidad mayor.
En este ejemplo no sólo el
presente de indicativo hace actual la acción lírica, sino que, a modo de
fábula, el observador inicial termina animalizado (o quizás haya
personificado el perro) en esa búsqueda, puro arabesco, de la trama de la vida,
ese rastro, esa celosía que a penas deja entrever una sospecha. Inicio y final
se unen en un ascenso presente, actualizado ante nuestros ojos.
Presente
durativo o gnómico también podría ser el del
poema Tomates (p. 25) que parte de la experiencia directa y sustantiva de
las cualidades de los frutos para llegar a la reflexión final.
Cada
verano viene a renovar en mí
esta
fe elemental que también me sustenta (p. 25)
Esa misma atemporalidad gnómica y
universalizante puede encontrarse en otros poemas como Concierto de verano (p. 21) conseguida a través de la impersonalidad:
Hay
un amago de brisa que es música también
...
Hay
niños que alborotan..
El hablante lírico parte del hecho
sensible concreto para, en una estructura inductiva, llegar a lo universal:
la
recóndita armonía
entre
una expectativa de perfección del mundo
y
su confirmación en dos o tres acordes (p. 21)
Termina desvelando el relieve auténtico
de las cosas observadas:
en
un presente intemporal que abarca
el
mañana, el ayer, la noche sola,
el
contrapunto incierto de los pájaros
y
una expectante gratitud" (p. 22)
Otra forma de impersonalidad se
consigue a través del uso de los
infinitivos. En Un modo de
entendernos (p. 28) encontramos el ejemplo:
Aguzar el oído hasta notar un palpitar
cercano
y sentir su calor...
...
Es decir: abarcarte con mis cinco
sentidos.
Y saber...
Sólo
en la parte final del poema aparece el hablante para desvelar la idea.
La forma no personal, carente de marcadores temporales, se sustantiva y se generaliza
en un universal:
Me pregunto ahora
en qué plano sucede esa otra unión
de la que los sentidos nos dan tan sólo
indicios
aquí, en este momento también fuera del
tiempo,
en esta sola vida verdadera. (p. 29)
También podríamos denominar a este
recurso ralentización, por cuanto la anécdota desarrollada en el poema se entretiene en el detalle
significativo -como en Viento sur (18), Espárragos
(17)- para llegar a una síntesis.
Las diversas percepciones de los
diferentes sentidos (siempre vinculados inevitablemente al tiempo de la
percepción o de su evocación) enfocan la atención, atraen la voluntad de quien
percibe, crean consciencia.
Otras estrategias en el tratamiento
lírico del tiempo que encontramos en este poemario son las siguientes:
Pasado
actualizado o presente del pasado: Un hecho
sucedido se hace presente:
El
no ahogado (p. 15)
Un
instante que dura todavía
y
en el que, como entonces, oigo aún
un
grito de advertencia que parece mi nombre"
Prolepsis: En Jinetes (p. 13) se anticipa su paso nocturno.
Otro ejemplo de esta misma perspectiva se
puede descubrir dentro de la segunda
parte, Cuaderno de campo; aquí
encontramos referencias intertextuales (Dante
en su descenso, Virgilio, reflexiones
machadianas...), pero también fragmentos en prosa poética que introducen una
voz profética, como en el fragmento 15:
Habrá
dentro una banca comida por la carcoma, y en el hueco de la chimenea una
trébede negra...
Antepresente: La localización en un pasado inmediatamente transcurrido,
cercano al presente, como en Lluvia de agosto (p. 20) amplía las
fronteras del ahora hacia el pasado. El uso del pretérito perfecto compuesto también
alarga las fronteras de lo pasado hasta el momento actual. En todo caso, queda
patente la significativa distorsión temporal y su función lírica.
Imperativo: El uso del
imperativo (con ecos del rito eucarístico) en Ante una cesta de higos (p. 23) consigue un efecto implicador. El
lector aludido se convierte en cómplice y actor de una re-presentación que se
desarrolla ante sus propios ojos, en el mismo tiempo lírico que el hablante
poemático.
Fusión
temporal: En Ruinas
de Bobastro ( p. 63) se funden en el presente lírico del hablante la visión
de unas ruinas y las gestas pasadas.
Referencias
metaliterarias: En el Tríptico irlandes (Joyceana), los guiños de Poe (El cuervo p.80) y las secuencias finales
del Cuaderno de campo (28, 29, 30)
podemos encontrar en la propia referencia metaliteraria
un devenir temporal diferente al descrito. El reconocimiento abre en el lector
la experiencia vivida y amplificada previamente en aquellas lecturas.
Diálogo
actualizador y tú lírico: En Orden doméstico (p.
51) el tú lírico no solo actualiza ante nuestros ojos las acciones como si en
un teatro fuesen representadas, también impone su ambigüedad: reflexivo o
apelativo. No importa esto último, sólo permanece la identificación temporal
con la perspectiva del hablante lírico: La resonancia
anteriormente comentada.
permanece
inmutable,
confiada
a su ilusión de permanencia,
la
agotada conciencia de ser siempre
tú. (p.51)
En Arabesco
(p 78), que también podríamos relacionar con el apartado anterior y las
consecuencias que la metaliteratura implica en el tiempo de la lectura, se
observa la propia creación poética. Comienza con su propia definición:
Las
formas se entrelazan hasta la extenuación
A continuación unos hablantes líricos
entrecruzan sus voces en un diálogo (al modo socrático) que necesariamente
compartimos como espectadores y testigos. El tiempo se re-presenta, se vuelve a
presentar, en la misma escala de la experiencia.
Se cierra el poema con una de las
voces:
Has
comprendido: es sólo un modo de mirar.
Sin duda, el protagonista del poemario
es la observación de la intrincada realidad, la percepción como una forma de
toma de conciencia y de transcendencia, una transcendencia que va más allá del
tiempo. Espero poder haberme acercado, aunque sólo sea un poco, a los curiosos
recursos con que Benítez Ariza manipula el tiempo lírico en sus poemas para
transmitir la debida profundidad de la mirada, de la experiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario